martes, 21 de marzo de 2017

Ha llegado la Primavera a Zarza




La vida, esta vida nuestra, cíclica, con sus sinsabores y bondades que nos ha tocado vivir, sin duda, parece más bella cuando a mi pueblo y a mi huerto, llega la primavera.
Después del crudo invierno, donde todo parece yermo y en letargo, una mañana cualquiera me levanto, miro a mi alrededor y observo ufana, que en las largas y grises varas de la higuera de mi huerto comienzan a despuntar minúsculas hojitas verdes, plagadas de nervaduras y perfectamente estructuradas e incluso algunas ramas, tienen tempranas brevas enanas.
Lo mismo ocurre con la parra retorcida, vieja, desgreñada y llena de harapos, quién iba a decir que en los largos sarmientos blanquecinos y secos, explotarían en sus nudillos oscuras yemas..., emergiendo unas bonitas y recortadas hojas claras y transparentes.
Las ramas de los ciruelos, viejas e hirsutas, se visten de boda con  trajes de alpaca y hermosos ramilletes de florecillas blancas  en sus pecheras.
El pequeño cerezo llena el jardín de luz y esperanza.
Los lirios, mis hermosos lirios, renuevan sus delicadas camisas de seda: blancas y moradas.
Los rosales, me rozan el alma con capullitos  rosas y blancos,.. para compensarme de los ataques de sus crueles espinas en diciembre, época de poda.
Los revientamanos  carnosos y los zapatitos del niño Jesús, sustituyen a los musgos y líquenes, cubriendo las paredes de mi jardín.

Los hortelanos con sombreros de paja bajo un sol radiante, y con las caras sonrosadas y sudorosas, roturan la vieja tierra pajiza y fría del invierno, y aflora la fértil tierra de color siena tostada, llena de frescura y de vida.
 Hacen nuevos surcos profundos... y siembran los cebollinos, las patatas, los calabacines y frescas lechugas.
Pintorrean las fresas... sembradas a la solana de las paredes de piedra y barro.

La cigüeña moleña, observa la fresca tierra desde lo alto de su nido y se lanza como una bala a coger los invertebrados que salen a la superficie.
Y el milano, otea desde las alturas a los polluelos que acaban de salir del cascaron.
En las praderas la oscura, dura y agreste alfombra de hojas picudas y secas de las encinas, se torna  en una bella alfombra de frágiles y olorosas margaritas...
Las jaras, sus palos secos y leñosos se llenan de hojas verdes, pegajosas y de capullos que, se abren delicadamente y se desdobla la fina y delicada rosa de jara, reclamo de abejas e insectos.
En los regatos y arroyos florecen los nenúfares blancos y amarillos y deliciosas pamplinas.
Y, en los charcos del camino, embarrado por las recientes lluvias, la vida irrumpe y se multiplica, los renacuajos un año más despiertan a la vida.
Por las noches el cielo se llena de brillantes estrellas y las ranas en las charcas cantan hasta el amanecer...
Todo este microcosmo en miniatura, unido a las fragancias melosas de las mimosas, jaras y retamas, y al  loco y alegre canto de los pájaros hace, que un año más vuelva la primavera a mi alma, a mi higuera, a mi  huerto y a mi pueblo.