Me gusta la Navidad, siempre me ha gustado, aunque suponga un trabajo extra en compras y trabajo en la cocina.
Merece la pena el esfuerzo en estos días señalados por la satisfacción del reencuentro de las familias.
Mi ilusión comienza días antes de la Nochebuena cuando voy a esperar a mi hijo a la estación del tren, y cuando le veo bajar por las escalerillas..., me siento protagonista del anuncio: "vuelve...a casa vuelve...
Le sigue la llegada al pueblo de mi hermana, sus hijas y sus nietos. Mi hermano, mis sobrinas y sobrinos que viven fuera.
También me hace ilusión encontrarme por las calles del pueblo con vecinos que han venido de Madrid, Pamplona, Bilbao, Burgos, La Manga, Barcelona... etc., que han venido a juntarse con sus familias.
Veo en todos ellos cara de felicidad y de dicha:
Tomando algo en los bares del pueblo, comprando en las tiendas, en los grupos de hombres haciendo corrillos y charlando en el cruce del pueblo, en las mujeres paseando después de comer carretera abajo..., y en los niños con gorros de colorines y abrigos abombados correteando en el parque al lado de la Ermita del Cristo, y en los jóvenes que han venido de vacaciones, conversando a voces, alegres, divertidos, y llenando el pueblo de color con sus risas juveniles.
Adoro levantarme pronto y salir a dar un paseo por la mañana temprano y ver humear los prados con los primeros rayos de sol.
Oír a lo lejos el tintineo de las campanillas de las cabras y el ladrido de los mastines.
Y mirar al cielo y ver a las bandadas de grullas que cada otoño vienen también al pueblo a visitarnos.
La Navidad en Zarza es especial estamos en un valle verde precioso rodeados de montañas azules al amanecer y lilas al atardecer.
Y cuando llega esa noche especial, Nochebuena, en la mesa, junto a mi familia, una cena especial y sencilla, y siempre, una copa más... para los que ya no están y que ocupan un lugar privilegiado en la mejor butaca de nuestro corazón..., en estos días en los que ellos en otros tiempos fueron el motor de unión de todos.
La vida pasa y se ocupa de que las ausencias sean más llevaderas... con los nacimientos de hijos, sobrinos..., y especialmente para mi, a mi edad, con la llegada de los nietos.
Los nietos se encargan de hacernos felices, con sus risas, sus besos, sus babas y sus abrazos.
Por esta razón me considero afortunada.
Por eso y por muchas cosas más:
Ven a mi casa esta Navidad...
¡Feliz Navidad, amigos!