Yo no sé... si es el momento apropiado para arreglarla, lo que sí sé... en lo intransitable que se había convertido para los viandantes, ya que los coches aparcaban en las aceras sin bordillos y había que ir caminando por el centro de la carretera con el coche de turno pegadito al culo.
La dificultad es mayor si vas en sillas de ruedas, con un carrito de bebé o con una persona mayor.
Al ver esa montonera de escombros, se han revuelto y puestos de punta en mi memoria, todos los recuerdos de la gran la actividad que había en esa "carretera" cuando yo fui: niña, adolescente y joven.
Ya lo he escrito en otras ocasiones: la carretera era en los años 50, 60 y 70 era el lugar de diversión de los zarceños:
Era el lugar de paseo de mocitas y mozos vestidos de domingo, paseo arriba y paseo abajo.
Desde la tienda de Quico, (que anteriormente fue un lagar de aceite donde los vecinos "antaño" llevaban sus aceitunas para convertirlas en aceite de oliva: "Extra virgen") y llegaba hasta el cuenta kilómetros del cruce.( ese cuentakilometros dónde nos peleábamos por pillar un sitio para sentarnos y ver la vida pasar)
Iban, ellas, con sus pelos cardados, sus falditas plisadas y blusas vaporosas de bonitos colores pasteles... Iban comiendo pipas, chupando polos de colorines, y riendo alborozadas, tras cruzarse con las miradas furtivas de los mocetones del pueblo, qué, vestidos con sus camisas blancas, mangas remangadas y pantalones de terlenka...
Ellos, fumando cigarrillos y vociferando en alto, jugadas de fútbol con sus colegas, para hacerse ver y oír por las chicas que les hacían tilín...
Por esa carretera: arriba y abajo, han pasado:
Bautizos donde el padrino, al son de la cantinela de padrino roñoso..., iba tirando: caramelos, perras gordas, perras chicas y alguna peseta a los niños...
(Yo nunca cogí ni una perra chica, tímida y pavita, siempre en la retaguardia porque en más de una ocasión, vi cómo un pie de un chico salvaje aplastaba la manita de alguna niña, para que no cogiera la moneda)
También en estas fechas, en mayo, pasaban los niños vestidos de comunión muy alegres, acompañados de familiares con gran algarabía...
Y, pasaban los novios, un poco tímidos y serios, de camino a la iglesia...
Ellas ,del brazo del padrino, vestidas de un blanco radiante...
Ellos, detrás, del brazo de la madrina, trajeados de oscuro con un clavel blanco en la solapa.
Seguidos del acompañamiento, y con la orquesta detrás, tocando un pasodoble...
Y, al rato, bajaban de la iglesia de nuevo por la carretera, ahora ya..., desinhibidos y alegres, en dirección al baile, que dependía donde se celebrara el banquete iban donde: tía Catalina o donde tío Paco Bravo.También por esta carretera ha pasado la tristeza, hemos visto pasar entierros con su acompañamiento, tristes despedidas de vecinos queridos.
Recuerdo los locales y sitios más visitados de entonces en aquella humilde carretera de grandes aceras:
En el cruce estaba la taberna de tío Feliciano dónde yo, con mis hermanos, esperé un montón de veces a mi padre, comiendo cacahuetes...
Al lado estaba la carnicería, igual que ahora, esto ha cambiado poco...
Un poco más arriba a la izquierda estaba el baile de invierno y de verano de tía Catalina y tío Gonzalo.
Me encantaba aquella sala de baile, la de invierno, además, tenía fútbolines...
Nos apelotonábamos en el altillo de la puerta y desde allí observábamos al chico que nos gustaba... (qué bonitos tiempos de amores idílicos y platónicos, que siempre dejan su huella)
Y, la pista de verano, tenía el suelo de baldosines de colorines, y bancos de obras forrados con los mismos baldosines.
Aquí nos sentábamos en las escaleras que estaban al lado de los músicos.
Había una adelfa en cada esquina que daban sombra por las mañanas... Porque en aquella época había baile por las mañanas... y venían grandes orquestas a tocar y todos los vecinos jóvenes, niños y mayores, solteros y casados, bailaban al son de la buena música.
Baile de tío Gonzalo y tía Catalina
A la salida del baile se ponía el tío Bernardo, un buen hombre grandullón, bonachón y tullido, en su silla de pedales, con su puestecillo de chucherías: pipas, pirulís, chicles bazocas, etc... y siempre estaba rodeado de un montón de niños... como moscas a la miel...
Enfrente, ponía otro puesto de golosinas la "Parra", una señora muy delgada y seria, vestida de negro y con pañuelo negro a la cabeza, que vendía también chochos, chufas y caramelos.
Un poquito más arriba a la derecha estaba la farmacia atendida por la María Jesús, mujer que solía tener malas pulgas con los niños cuando íbamos a comprar pastillas juanolas...
Seguimos hacía arriba y estaba y sigue estando el bar Bravo, que además también tenía baile en el piso de arriba y en verano en el patio.
También he pasado aquí muy buenos momentos con mis amigas y con nuestra amiga Inés y su hermano Eugenio que eran hijos de los dueños.
Baile de Bravo
Casi en frente estaba el kiosco de tía Eufemia donde comprábamos buenos churros en invierno en el descanso del cine y ricos helados caseros y polos de colorines en verano.
Al otro lado estaba y sigue estando el kiosco de tío Lirio donde los domingos comprábamos un rico helado de al corte o bombón helado.
En la esquina estaba el bar de tío "Rameta" donde yo también esperé mucho aquí a mi padre, y vi bailar y cantar villancicos alegremente a los emigrantes cuando venían en Navidad.
En frente estaba el comercio de los "Muchachos" gran comercio donde mi madre me mandaba para comprar azúcar y chocolate con almendras.
A continuación un poco más arriba estaba el cine "Nuevo" donde vimos grandes películas como Ben-Hur, y oímos cantar a artistas tan conocidos como Farina, La Paquera de Jerez y Dolores Abril.
Es una pena que de dos estupendos cines que teníamos en el pueblo ahora no haya ninguno.
Aquí, actualmente está el Super Dos, desde donde Javi nos pone las fotos del arreglo de la calzada...
Espero que hagan aceras, dónde no aparquen los coches y vuelva a tener sentido aquella carretera..., nuestra pequeña Gran Vía, como lugar de encuentro y de paseo de los vecinos de Zarza.
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