jueves, 11 de junio de 2015

Relatos de verano: Cincuenta años después años después.






Cómo cada viernes acudo a la peluquería para que me estiren el cabello, pues yo en casa no soy capaz de manejar esta maraña de pelo que tengo, y además me toca tinte...
En la peluquería siempre te enteras de algo..., pero esta semana he oído la historia de amor más bonita que nunca escuché...

 Al poco rato de estar allí, entró en la peluquería una bella mujer de edad avanzada, pero  radiantemente joven, con su pelo gris perla, y sus vaqueros desgastados.

 Yo, con el tinte en la cabeza, observo, y escucho la conversación que entabla con la peluquera...

 Al parecer, ella, -le comenta- en lugar de celebrar el día de los enamorados en Febrero lo celebra en verano, en concreto, en el mes de Julio, en ese mes se cumplen ya cincuenta años que conoció a su gran amor, y esta noche saldrá de cena con él, y por ese motivo viene a arreglarse el pelo...

 Ya, han pasado cincuenta años desde el último verano, verano en el que me enamoré perdidamente de aquel guapo chico que vino de lejos y se quedó en el pueblo por un tiempo largo...

Ahora mismo, dice la señora, sabiamente, estamos los dos en la edad donde las agujas del reloj...  empiezan a girar en sentido contrario...Y, nosotros ya hemos pasado el meridiano de nuestra vida... Los cuerpos van, poco a poco, a su lugar de origen: a la nada.
Pero actualmente, en ese giro, en dirección a la nada... -Continúa diciendo-, nos encontramos en la  adolescencia de nuestra vejez, con todo lo bueno y lo malo, que eso conlleva...

Virginia, según cuenta, ha tenido una vida plena, pero nunca pudo olvidarse del todo de él:
Él era un chico vivaz, con una mirada limpia y brillantes,  de sonrisa perpetua, mostrando siempre sus uniformes y nacarados dientes.
Además  de guapo y de apuesto era simpático y agradable, vamos... Que lo tenía todo, según la buena mujer...
Ella se sintió la chica más afortunada del mundo porque Joaquín la había elegido a ella entre un montón de admiradoras, y aquel verano se sintió la reina del baile... danzando con él, dando vueltas y vueltas, ante las envidiosas miradas de las demás chicas.
Pasó el verano y él se marchó lejos...Y, le escribió una carta donde le decía que la amaba y que estaba deseando verla de nuevo el próximo estío.
Pero  sin olvidarse del todo de él, como es natural, comenzó a salir con otros chicos y cuando vino de nuevo, al siguiente verano, no sabe cómo..., pero cada uno tiró por un lado con sus respectivas parejas...

Yo... sigo escuchando, lo que el estruendoso secador me permite oír:

 Hace tres años, cuenta la señora, después de 50 años coincidí con Joaquín en una boda, le acompañaba su mujer... y, a mi, lógicamente, mi marido.
Nos saludamos, como si nada... Cómo si el tiempo no hubiera pasado, y como si nunca hubiera existido nada entre los dos...él seguía tan guapo y agradable como siempre, con su perpetua sonrisa  en la boca.
Intercambiamos miradas furtivas, cómo cuando éramos adolescentes y, ahora, en su madurez han vuelto a sentir ese cosquilleo, de mariposas enamoradizas y bailarinas, revoloteando en sus estómagos.

La peluquera me mira y me guiña un ojo, y le pregunta a la señora con voz guasona: ¿Y, qué pasó?

Me acerqué a él - continua- en el lunch, con la escusa de ir a buscar una copa...Tropezaron nuestras manos artríticas, se  rozaron, y sentimos los dos un gustoso hormigueo por todo el cuerpo...
Torpemente, acercamos nuestras caras, y Joaquín muy serio, me dijo al oído que me esperaba en los lavabos de señora...
Me puse muy nerviosa, me ruboricé a mi edad adulta, cómo cuando era joven...
 Busqué con la mirada a mi marido, le vi hablando jocosamente con un grupo de amigos, y  aproveché la situación para salir hacia los lavabos.
 Me estaba esperando en el vestíbulo  del aseo, nos miramos con cara de cómplices, y nos metimos en el último servicio. Y sin decir media palabra, nos  abrazamos hasta fundirnos en un solo cuerpo... cómo  nunca lo hicimos en nuestra juventud, y por nuestros ojos corrían  alegres lágrimas de fuego por los cincuenta años perdidos...
Nos miramos fijamente, nos atusamos el pelo..., yo, me pinté los labios, me eché perfume...
Nos cogimos de la mano, y salimos corriendo del restaurante, cogimos el coche y desaparecimos del mapa...

Pero si parece el guión de una película, señora...

Cuando Virginia sale de la peluquería, más bella aún que cuando entró, me comenta la joven peluquera:

-¿ Ha oído lo que cuenta la vieja chocha...?

-Sí, una hermosa historia de amor -le contesto yo-

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