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Esta mañana, 26 de diciembre del 2011, antes de que saliera el sol, me he levantado para ir a visitar la granja de cabras de Ángel.
Ángel ha continuado con la profesión de cabrero que habían tenido ya sus padres años atrás.
Todos hemos comido del cremoso y delicioso queso que su madre, la Guille, hacía hasta hace poco años.
Esta mañana, 26 de diciembre del 2011, antes de que saliera el sol, me he levantado para ir a visitar la granja de cabras de Ángel.
Ángel ha continuado con la profesión de cabrero que habían tenido ya sus padres años atrás.
Todos hemos comido del cremoso y delicioso queso que su madre, la Guille, hacía hasta hace poco años.
Me dispongo a caminar sobre las ocho y cuarto de la mañana, hace una fría mañana de invierno y con mi cámara fotográfica en ristre emprendo el camino por la carretera vieja de Granadilla ( por cierto ya la podían arreglar un poquito pues tiene unos pedruscos que la hace intransitable).
Hace bastante frío pues esta noche ha caído una buena “pelua”, pero merece la pena, como podéis ver en las fotografías el campo está precioso con un paisaje auténticamente navideño.
Atrás queda el pueblo sumergido en una neblina que lo hace más entrañable aún en la lejanía, destaca el campanario de la iglesia entre las demás casas.
Hay una gran paz y silencio en el camino, sólo rompen este silencio una bandada de grullas que graznan como perros voladores por el alto cielo.
En Zarza, siempre tenemos música de fondo, durante el día graznan las grullas y callan los perros y durante la noche ladran los perros y callan las grullas en sus dormideros en las colas del pantano.
La laguna que hay a la izquierda de la carretera tiene sus aguas heladas, las encinas parecen dormidas y el gran alcornoque se erige erguido y enjuto como el guardián de la dehesa.
Antes de llegar al portón, tomo el primer camino a mi izquierda y nada más entrar en el, aparece, al fondo como en un cuadro renacentista, un precioso paisaje con las tranquilas aguas de las colas del río Alagón, encinas en la lejanía y Granadilla entre pinares.
A la mitad del camino, asoma la granja de Angelito y me salen al encuentro los perros de carea y los mastines, me ladran pero yo no les tengo miedo ya sé que no me van a morder, creo que ya me conocen.
Al llegar a la granja me encuentro con Ángel y su hijo, pasamos dentro del cobertizo donde están encerradas todas las cabras que tienen, unas 400 más o meno, me comentan.
Ahora en estos momentos tienen la complicada tarea de separar las cabras que van a ser ordeñadas del resto.(Complicada para mí, ellos... los hacen con bastante diligencia)
Ángel muy diligentemente las va guiando de un lado a otro y ellas obedecen un poco alborotadas pues no están acostumbradas a que las fotografíen. Una cabritilla atrevida ha venido hacía mí y le ha dado un lametazo a mi objetivo.
En la pared del fondo de la nave hay una ventana abierta al pantano y varias cabras miran el precioso paisaje.
Pasamos a la sala de ordeñar y van entrando las cabras por una puerta, dirigidas por Ángel.
Su hijo las va ordenando en fila a la vez que les echa pienso en los pesebres, reculándolas mecánicamente para atrás hasta llegar a las ordeñadoras; son sacaleches mecánicos que ellos adaptan a las ubres de las cabras y por medio de unas tuberías va cayendo la leche a un depósito que la centrifuga y la mantiene fresca hasta que vienen a recogerla la compañía lechera con la que tienen el concierto.
En esta labor tardan sobre una hora y media, las suelen ordeñar dos veces al día y dan una media de un litro y medio de leche cada cabra. Me comenta Ángel que antes, cuando ordeñaban a mano, tardaban unas 5 horas en ordeñarlas.
Dice, que ahora en invierno se les quedaban helados los pies en esta laboriosa tarea, sin embargo las manos la tenían calentitas, pues la cabritas tienen las tetillas calentitas por la leche que contienen dentro.
Pero todos estos mecanismos modernos son caros y su mantenimiento, también, las piezas de los sacaleches suelen ser exclusivas, no hay marcas que les hagan la competencia y tienen un precio elevado.
Y, por otro lado está el coste la luz que suele ser una factura bastante gorda.
Esto añadido al coste de la alimentación y las vacunaciones periódicas a las que están sometidas las cabras, hace que la profesión sea poco rentable en estos momentos.
Y, por otro lado está el coste la luz que suele ser una factura bastante gorda.
Esto añadido al coste de la alimentación y las vacunaciones periódicas a las que están sometidas las cabras, hace que la profesión sea poco rentable en estos momentos.
Al preguntarle: ¿Por qué no han intentado comercializar la leche y elaborar ellos los quesos en lugar de llevar la cremosita leche de cabra a una central lechera?
Me responde Ángel, que para hacer tal inversión se necesita mucho dinero.
Entonces..., yo le digo, que a lo mejor esto sería posible si se unieran todos los ganaderos de Zarza e hicieran una cooperativa lechera.
Aún así, me dice, que sería imposible ya que las instalaciones requerirían de la inversión de un capital muy elevado y ahora mismo ellos no disponen de tal capital ya que las ganancias que tienen son pocas.
Continúa diciendo que cada vez les pagan más barato el litro de leche.
Continúa diciendo que cada vez les pagan más barato el litro de leche.
Sin embargo..., yo le digo, que en las tiendas la leche de cabra, los quesos y yogures son más caros que los elaborados con leche de vaca.
Como siempre el ganadero, como el agricultor, es el que está al pie del cañón y es el que menos gana de todo el proceso.
Cuando finaliza el proceso del ordeñe, Ángel y su hijo, salen fuera de la nave y comienzan a echarle pienso en los pesebres.
Abren la cancillera y salen las cabras alocadamente y se dirigen a los pesebres a comer el pienso compuesto por maíz, cebada y paja.
Cuando terminan de comer..., sale el cabestro con un campanillo grande y detrás todas las demás chivinas y chivinos, chivos y chivas, rojas, blancas y negras, grises jaspeadas.
Y como únicos guardianes los perros de carea y los mastines.
Bajan, como locas trotando, con los campanillos, tilín..., tilón..., precipitadamente hacía el encinar y parándose allí para comer hierba fresca, alguna bellota o algún brote fresco de las carrascas que están en el camino.
Y como únicos guardianes los perros de carea y los mastines.
Bajan, como locas trotando, con los campanillos, tilín..., tilón..., precipitadamente hacía el encinar y parándose allí para comer hierba fresca, alguna bellota o algún brote fresco de las carrascas que están en el camino.
Al llegar a la charca se detienen a beber y contemplan encantadas sus bonitas caras en las aguas estancadas.
Continúan el camino ellas solas, y más tarde Ángel las alcanzará con el coche y pasará la mañana con ellas hasta la hora de comer que las encierra al aire libre.
Por la tarde las vuelve a sacar al campo, las volverá a meter en la nave y las volverán a ordeñar y así todos los días del año...
Con los animales, como dice Ángel no hay descanso, siempre se trabaja: sábados..., domingos..., y festivos...
Esta profesión que se ve tan idílica desde fuera además de ser dura te deja poco tiempo libre.
Como dice Ángel es posible que esta profesión acabe por desaparecer porque ya nadie quiere estar tan atado por tan pocas ganancias.
Algo muy bonito que me dijo es que se conoce a todas sus cabras y a los hijos de cada una de ellas, ya que es necesario aprendérselo pues cada cabritillo que nace deben echárselo a mamar a la teta de su madre.
Suelen parir dos cabritillos al año cada cabra. Su embarazo dura 5 meses y suelen programarlo para que nazcan a primeros de noviembre los chivinos y las chivinas
Suelen parir dos cabritillos al año cada cabra. Su embarazo dura 5 meses y suelen programarlo para que nazcan a primeros de noviembre los chivinos y las chivinas