A finales de agosto o primeros de septiembre hacíamos la vendimia en la viña de mi padre.
Hace diez años que él murió y, ya hoy, puedo hablar y escribir sobre él sintiendo mucha pena porque ya no está, pero ya no me produce dolor recordarle, y sobre todo, recordar las cosas que a él le hacían feliz.
Mi padre cuidaba mucho su viña y sus parras y su huerto, el trabajo en el campo era para él una válvula de escape de los problemas cotidianos que tenía en su profesión, la construcción, de sus planos, sus presupuestos y problemas que le surgían con alguna edificación,que a veces le hacían pasar la noche en vela.
Yo he comprobado que las tareas en el huerto te quitan muchas "bobaaas" de la cabeza. Sencillamente te olvidas de todo.
Pues bien cuando se acercaba la vendimia, que solía coincidir a veces con el final de San Ramón, las fiestas del pueblo, nos echábamos todos a temblar porque nos esperaba una dura jornada.
Nos levantábamos muy temprano y antes de que saliera el sol ya estábamos en la viña.
Por la mañana solía hacer fresquito e íbamos con camisas de manga larga y con sombreros y gorras para el "testucero" que nos iba a dar.
Más tarde, cuando saliera el sol, nos sobrarían las mangas y todas las mandangas... Ya que la vendimia duraba por lo menos hasta la una del medio día, dependía mucho de que el año fuera bueno y hubiera más o menos uvas.
No se salvaba nadie de ir: grandes y chicos, hermanos y hermanas ,cuñados y cuñadas, y más tarde, los nietos, por supuesto.
La única que se quedaba en casa era mi madre preparando la comida para todo el tropel.
Yo recuerdo que desde que tenía 7 u 8 años allí íbamos todos, con nuestra" navajina plateaa" a cortar uvas se ha dicho.
Casi siempre nos cortábamos en algún dedo y nos picaba alguna avispa.
Todos teníamos cara de sueño y un poco de desgana cuando mi padre nos colocaba en el "líneo" de parras, nos parecía tan largo... que pensábamos que no se iba a acabar nunca.
Al único al que se le veía feliz y que sonreía era a mi padre.Y siempre nos decía, que un señor de Zarza les decía a los jornaleros, para que no se comieran las uvas: cantad..., cantad, que no oiga yo que paráis de cantar.
Al terminar de cortar las uvas nos íbamos al corral donde mi padre había hecho una pila de cemento y allí nos metíamos a pisar las uvas para que saliera el mosto, más tarde esta labor se hacía con una prensa.
A continuación se metía el mosto en las tinajas para que fermentara, después el trasiego y más tarde mi padre nos enseñaba orgulloso su vino con un bonito color ámbar, muy transparente y de sabor fuerte y afrutado.
Año 1954, mis hermanas y primas vendimiando en los arenales.
Después de esta descripción de como hacíamos la vendimia en "casa", tengo que deciros, que la viña sigue ahí, es de mi hermana, pero ya lógicamente no es lo que fue.
Bueno en realidad ya los últimos años mi padre no la cuidaba con tanto entusiasmo.
Este año, de repente las parras del huerto, no las de la viña, se han vuelto locas a parir uvas y, yo no sabía que hacer con tantas uvas, y en honor a mi padre, y antes de que los pájaros se dieran un buen festín y acabaran con ellas, me cogí a mi sobrino de reportero y a Enrique y, con ellos, a regañadientes, como hacíamos nosotros de pequeños, nos encaminamos al huerto, en plena "testucera", a la una del mediodía (con la fresca, igualito..., igualito...) y cortamos las uvas, preciosas uvas de colores rojizos y achampanados.
Las llevamos al cortijo (corral) y tuve la feliz idea de hacer un lagar con una bañera (aunque parezca cutre, la bañera estaba totalmente nueva) y allí, ataviada con mi precioso vestido del mercadillo, me metí y pisotee las uvas con gran placer, y salía..., el mosto a borbotones.
Tengo que decir que el color no era muy bonito, parecía agua sucia, pero al parecer es de ese color y luego cambia.
Ahora está fermentando, yo no sé lo que saldrá..., pero con que me sirva para guisar me doy por satisfecha, y, si..., se me "aceara", como dicen en mi pueblo, y saliera viangre tampoco estaría mal.
Yo pensaba que como mucho llenaríamos una garrafa de 5 litros pero han salido por lo menos 28 litros.
¡Qué barbaridad! Y a mí que no me gusta el vino...
Una experiencia nueva porque yo cuando vendimiaba mi padre sólo cortaba las uvas, fregaba los cacharros..., y de pequeña las pisaba.
Bonitos recuerdos que nunca olvidaré.
Mi tío Pichi de asesor
4 comentarios:
Ya estoy moqueando...
La cantidad de veces que nos acordamos del día de la vendimia, ¡qué buenos recuerdos!
Ya probaremos el vino.
Me encanta la foto de abuelo.
Besos
Nines
El caso es no parar , Seguina , seguramente los papis estarán orgullosos viéndolo desde el Cielo hermoso de la Zarza.
Muchos besos.
Mariche.
Uf, que recuerdos, lo que daria por volver a ese tiempo por 10 minutillos ni que fuera :(, Besosr
Brigi, estás auténtica, con tu batita del Mercadillo, y pisoteando la uva, menudo puche!!!!
Te envidio por las actividades tan sanas que haces.
Disfruta por mí.
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