Nosotras jugábamos al limbo y a pídola, ellos..., sólo: a pídola.
El juego del limbo cachimbo en mi pueblo es lo que en la ciudad dicen jugar a la rayuela.
Nosotras dibujábamos en la tierra el limbo, que era un rectángulo dividido en 6 cuadrados .
El juego consistía en tirar una piedra en el primer cuadrado de salida e ir llevándola con el pie a la pata coja, sin salirse y sin pisar las rayas.
Así sucesivamente ibas tirando la piedra al cuadrado siguiente, hasta que te los recorrías todos sin perder.
E íbamos cantando:
Limbo cachimbo
Anso descanso.
Finalmente para ganar había que hacer el recorrido por el limbo con los ojos cerrados.
E ibas cantando:
Pisoooooooo.
-Te contestaba la compañera de juego:
Chorizoooooo ( en el caso que acertaras y no pisaras la raya)
Y, seguías, Pisooooooooo....
Si te contestaba:
Morcillaaaaaaaaa (En este caso habías pisado la raya y habías perdido)
En el momento que te salías o pisabas la raya, perdías y le tocaba el turno a la siguiente compañera.
Casi siempre, aunque teníamos los ojos cerrados hacíamos alguna trampa e íbamos mirando un poco y si se daba cuenta la compañera ya estaba liada...:
Tramposa, que eres una tramposa, llegaba el momento de los tirones de pelos y acababa la sesión con la cantinela:
Las tramposerías de San Juan en el cielo se verán.
Y tu le contestabas, y tú más...
PÍDOLA
Jugar a pídola era el juego por excelencia de los muchachos, pero así como ellos no jugaban nunca al limbo nosotras si que jugábamos a pídola.
No sé que significa la palabra pídola pero el juego consiste en saltar a burro.
A una niña/o le tocaba quedarse de burro y los demás lo iban saltando.
Las reglas del juego eran :
Delante del burro se hacía una raya y al saltar no podías pisarla y tampoco podías tocar al burro con las piernas y debías saltarlo limpiamente.
El primero que saltaba iba cantando:
Pídola y paseeee...
Y se tenía que saltar de la misma forma que había saltado él, e iba saltando el siguiente de la fila.
Cuando saltaba toda la fila de niños si ,no perdía nadie, el burro se iba alejando de la raya .
Y cada vez se iba saltando desde una distancia más grande del burro, hasta que llegaba el momento que ya no podías saltar desde una distancia bastante retirada del burro y perdías y entonces te tocaba ponerte de burro.
Ponerse de burro era bastante cansado, cuando ya estabas medio derrengada porque todos saltaban y no perdían, sólo te quedaba la alternativa de agacharte cuando una o uno iba a saltar, lo hacías porque estabas cansada o por mala idea, y en ese instante ya se liaba la marimorena porque el niño se caía, y tú... "arrebujaaaa" con ella y con todos los de atrás que venían con el gran impulso para saltar.
Al final acabábamos todos tirados en el suelo unos encima de otros formando una montaña...
De pídola había bastantes variantes:
Yo recuerdo a medias una variante de pídola y pase..., a la que sólo jugaban los chicos porque era un juego muy bestia.
El que se ponía de burro se podía preparar para recibir una buena paliza, pero en forma de jolgorio y gran algarabía. Bueno, pues se colocaba el burro y una gran fila de chicos iban saltando y contando hasta 10. A la una..., sale la mula... A las dos..., suena el reloj... A las tres..., te maté...( le daban un golpe al burro) A las cuatro..., sopapo...(le daban un sopapo) A la quinta..., liquiliquiiiiiii..., si te pica que te pique y si no te la rascas..., (y al saltar le daban con la puntera del zapato en el culo al burro) A la sexta..., pon los huevos en la cesta ( y en lugar de poner las palmas de las manos al saltar en el burro saltaban con todas sus fuerzas poniendo los nudillos de las manos en la espalda del pobre burro). A la septima..., ( no me acuerdo, si alguién lo sabe lo pondré) A la octava..., palmas, culiqui y culá..., (al saltar le daban al burro una buena palmada, una patadita en el culo y finalmente se sentaban encima, eso era la culá. Al novena...,(no me acuerdo, pero yo creo que ya se debía como decir, me das penaaa... A la decima..., un pellisquito en el culo y a echar a correr. Daban toda la vuelta al grupo escolar de las chicas y según iban llegando, en un circulo que habían dibujado en el suelo, iban echando un escupitajo y si el burro adivinaba de quién era el escupitajo se libraba y se ponía de burro el propietario del escupitajo.
Si te ha sobrado carne y chorizo del cocido y no sabes que hacer..., puedes hacer un plato fácil y diferente. -Corta un calabacín a tiras ( os voy a "tupir"a calabacines, pues resulta que en el huerto me están saliendo sin parar y ya me salen hasta por las orejas los calabacines) y los metes a potencia media en el microondas para que se ablanden y pierdan el agua. Junto al calabacín mete una berenjena, también cortada a tiras. -En una fuente del horno unta el fondo con mantequilla y ve colocando las tiras de calabacin , ya casi cocidas en el micro, encima coloca la carne y el chorizo cortadito con unas tijeras. -A continuación pon las tiras de berenjenas. -Bate dos huevos y le añades tomate frito y un bote de nata. -Le echas por encima esta mezcla y lo metes al horno a 150ª durante 30 minutos.
El verano en San Miguel era tórrido y sesteante. Como ya no había clases nos íbamos desde por la mañana. Cogíamos el camino polvoriento a la izquierda de carretera y muy contentos emprendíamos la marcha. Como digo, el camino antes de llegar a las encinas era un camino polvoriento, como de barro molido por el pisoteo de los animales, burros, caballos, mulos y ovejas. Nos gustaba arrastrar los pies y levantar una buena "polvarera" de tal manera que cuando salíamos del camino polvoriento parecíamos croquetas rebozadas. Esto añadido a la sofoquina que llevábamos de la gran calorina que hacía, y como consecuencia, los sudores, que mezclados con el polvo teníamos un aspecto penoso, con la cara llena de "berretes", los pliegues del cuello negros de barro, y sobre todo los pies, si nos quitábamos las zapatillas para sacudir las chinas, aparecían los pies gordezuelos bien repasaditos con una línea negra bordeando cada dedito y bordeando también la forma de la trabilla de la zapatilla. Parece ser que entonces no le teníamos ninguno alergia al polvo... Este camino polvoriento se acababa al llegar a las encinas y aparecía un camino más ancho de arenas blancas y doradas. Al llegar a este punto mi hermano mayor, Maxi, se adentraba en el encinar y con una garroncha y su perra llamada "sultana", que siempre iban juntos, eran inseparables, se disponía a cazar lagartos, o a coger nidos de tórtolas con sus perdigones. A los más pequeños, no nos dejaba ir con él porque le espantábamos a todo bicho viviente. Él era muy diestro en manejar la "garroncha"(espero no herir la sensibilidad de nadie, antes nosotros veíamos esto de lo más natural, además los lagartos se comían asados con pimentón, eran de una carne blanca muy exquisita, parecida a la de las ranas). El lagarto solía estar en la panza de una encina o en un agujero y él muy sigilosamente se acercaba y le clavaba la garroncha. Cuando salía del encinar salía con siete u ocho lagartos enganchados por los diente a un aro que él llevaba colgado de una trabilla del pantalón corto. Los lagartos de un tamaño considerable bailaban golpeando sus piernecillas. Eran preciosos, su piel escamosa de color amarilla- verdosa y su panza totalmente blanca y suave. Cuando le veíamos salir, salíamos corriendo a su encuentro, nos acercábamos a él y acariciábamos los lagartos, que aún seguían moviendo la cola. Y, seguíamos nuestro camino hablando y gritando como si fuéramos los únicos seres vivientes en aquel secarral, lleno de pastos dorados, espinos, cardos borriqueros y abreojos, a estos últimos yo no se quién les puso el nombre, pero se lo puso bien puesto, porque los endemoniados abreojos se te clavaban hasta con las zapatillas puestas y vaya... si abrías los ojos, hasta atrás del dolor... También nos ponían en alerta los perros de los pastores, casi siempre perros cascarrabias y chilivitos que nos ladraban sin parar y nosotros no nos movíamos hasta que llegaba el "coronel", que nos olía desde lejos y venía a nuestro encuentro, les daba un ladrido fuerte y salían corriendo los perros chilivitos hacia el chozo del pastor. También llevábamos como compañeros, a la orilla del camino arenoso, una procesión de frailes motilones, a los que yo les tenía pánico y a los sacrificados escarabajos peloteros arrastrando su pelota por el camino cuesta arriba, a los cuales, después de tanto trabajo, les hacíamos la putada de quitarle la pelota, y el pobre escarabajo se desorientaba buscándola. Hormigas grandes, negra y rojas, gusarapinos y matajudíos, enormes langostos, grandes mariposas de colores ocres y amarillas, moteadas con puntos negros,"arraclanes" cebolleros, chicharras cantando sin parar, grillos saltarines y cantarines, escarabajos negros con trompa de rinoceronte diminuto, abejas zumbando alrededor de las colmenas de corcho y alguna maldita avispa que siempre nos picaba... y para remediar el dolor del picotazo, como nosotros éramos muy finos..., meábamos en el camino y hacíamos un poco de barro, nos lo poníamos donde nos había dado el picotazo la puñetera avispa y así mitigábamos el dolor. Moscas pesadas y moscas puñeteras que nos daban unos buenos picotazos. " Tabarros" burreros que si te picaban veías las estrellas y encima éramos tan ignorantes que nos decían que si le pinchabas una paja en el culo a un tabarro regresaba con un ramo de cerezas... Y, allí, nos veías..., esperando ver aparecer en aquel secarral... al insecto con unos pendientes de cerezas. Esperábamos ansiosos..., preciosas cerezas rojas, que en aquel secarral, sería como un espejismo... Continuará
Mi madre hacía en verano muchas noches para cenar gazpacho de melón y tomate. Es muy fácil, coge:
- Una ensaladera y trocea unos tomates en cuadraditos pequeñitos, lo mismo con unas rodajas de melón, cebolla muy fina picadita, pimiento verde muy picadito y unos trozos de pan duro. -Lo aliñas todo con sal, vinagre y aceite oliva. -Por último le echas el agua. Está buenísimo y es un plato muy rápido de preparar.
El moje era un plato que se hacía en verano para cenar.(No tenía nada que ver con el juego anteriormente descrito, no vayamos a confundir moje de peces con moje de espigas y la liamos) A mi padre le gustaba mucho y al parecer mi madre hacía muy bien este plato. Es posible que ahora esté prohibido coger los pececitos pequeños en el río, no lo sé, no estoy segura, pero en los tiempos de maricastaños, no lo estaba y mi hermano mayor, Maxi que siempre ha sido muy buen cazador y pescador le traía a mis padres peces que solía pescar en río desde que era un niño. Venía cargado con los peces y detrás del transformador de la luz y a la sombra, ( al lado de un callejón, de medio metro de ancho `por tres de largo, donde los muchachos y muchachas que vivían del puente para abajo, hacían una paradita para poner un pino).
- En un cubo de agua lleno de peces y con unas tijeras, mi hermano iba abriendo la barriga de los peces y le sacaba las tripas, los más pequeños nos poníamos a su lado y le pedíamos que nos dejara explotar las" bombas", es decir los intestinos de los peces que eran globos blanquecinos en forma de cono. -Una vez limpios los peces se los llevaba a mi madre y ella separaba los peces grandes de los peces chicos. -Los peces grandes los hacía fritos en aceite de oliva y estaban buenísimos, el único inconveniente es que saltaban mucho al freírlos, no es que saltaran los peces, saltaba el agua y explosionaba el aceite. Con los peces pequeños hacía el moje: -En una sartén grande de hierro ponía aceite y cuando estaba caliente hacía un sofrito de cebolla, tomate, pimiento y ajo. -Pasaba por harina los pececitos y los echaba al sofrito, le daba unas vueltas, le añadía agua, una hoja de laurel y un chorro de vinagre. -Los dejaba cocer un rato y se comían fríos al día siguiente para cenar
Moje: al juego de "moje" jugábamosa finales de la primavera, cuando las espigas de la cebada estaban gordas y granadas. Por las tardes cuando salíamos de la escuela después de coger la "meriendilla", todos los muchachos y muchachas del barrio que éramos un montón nos íbamos "a..., espigas". Cogíamos la calleja del "salgaero" y nos dirigíamos en tropel a los campos de cereales a "robar" espigas, como decíamos nosotros. Si entrábamos en el "sembrao"(campo de cereal), lo dejábamos arrasado, solíamos coger cada uno un ramillete de espigas de cebada y a continuación salíamos corriendo que perdíamos el culo...Ya que el dueño del "sembrao"salía corriendo detrás de nosotros gritando: Muchachoooooosssss, como os coja os capo. Corriendo sin parar llegábamos a la puerta de mi casa con una buena sofoquina y nos sentábamos en el paseo. Allí, ya tranquilos y sentados nos disponíamos a jugar a "Moje". Íbamos pelando uno a uno los granos de cebada y cada uno se hacía su montoncito con los granos verdes de cebada. Hacíamos un corro sentados en el suelo y en medio echábamos cada uno unos diez granos de cebada pelados y gritábamos: ¡MOOOOOJEEEEEEEEEEEEEE! E inmediatamente todos chupábamos el dedo índice y lo poníamos encima de los granos de cebada, que se pegaban al dedo índice y a toda velocidad lo metíamos en la boca, es decir : Se chupaba dedo y el dedo mojado cogía el grano y directo a la boca. Ganaba lógicamente el que más mocos tenía, porque se le pegaban mejor los granos. Mira... qué juego más tonto y lo bien que nos lo pasábamos y al parecer no éramos ninguno escrupulosos. Cuando acabábamos de pelar toda la espiga, siempre hacíamos la misma bobada: ¿Queréis ver una mujer "corata"(desnuda)?
Y, respondían los demás:
Sí... Tirábamos la espina de la espiga para arriba y como bobos decíamos : Por ahí arriba va volando...
Con esta hermosa lombarda que he cultivado voy a preparar un exquisito plato.
Elaboración: -Muy sencillo, corta la lombarda muy finita y la pones a cocer en una olla en agua hirviendo con unas patatas picaditas. -Cuando esté cocida la escurres en un escurreverduras. -En una sartén pon aceite que cubra el fondo, cuando esté caliente le echas un ajito picadito. -Cuando el ajo esté dorado le echas una cucharadita de pimentón de Zarza. -Seguidamente le añades la lombarda y la patata cocidas y lo rehogas todo.
Mis higueras no tienen brevas pero da la casualidad que la higuera del vecino tiene unas hermosas ramas que se meten en nuestro huerto y este fin de semana he cogido y comido hermosas brevas. Me vais a permitir que me invente esta receta..., que creo que debe de estar muy buena.
En una plato llano pon: -Hojas de lechuga picadas muy finitas. -Brevas cortadas en rodajas gruesas. -Jamón serrano en lonchas muy finas. -Cebollita roja en aritos. -Medio diente de ajo muy picadito. -Aceitunas negras. -Lo aliñas todo con sal, vinagre y aceite de oliva.
Esta publicación se la dedico a mi "sobri" Mariche, que también fue buena "jugaora", y le deseo pronta recuperación.
Yo he sido muy " jugaora", como me decía mi madre, me gustaba mucho jugar a todo: A los botones, al limbo cachimbo, a la goma, a la comba, a moje (este era muy bueno), a los médicos, etc... Si los juegos de chicas eran divertidos los de los chicos lo eran mucho más.
En esa época no había televisión y nos pasábamos las tardes jugando en la calle hasta que oscurecía. En la sociedad machista que nos tocó vivir había juegos para los "muchachos" y juegos para las "muchachas".
Excepto si los jueves por la tarde y los domingos nos íbamos a San Miguel, allí no había separación de juegos, allí casi siempre jugábamos a juegos de chicos. Curiosamente el juego de los "chavos", que era de chicos tenía su versión femenina en el juego de los botones. Así pues, voy a empezar por el juego de: LOS BOTONES.
El juego de los botones era muy simple y entretenido, hacíamos un cuadrado en el suelo, casi siempre pegado a una pared. Cada niña tenía su caja de lata llena de botones.
Los botones eran de todos los colores y tamaños, los más grandes valían por dos o por tres de los normales. Lo mismo ocurría si el botón era de un color bonito y llamativo.
Pero los más apreciados y “gañariques”eran lo botones pequeños de nácar.
El juego consistía en intentar meter el botón en el cuadrado tirando desde una distancia que marcábamos en el suelo a dos o tres metros. Nos poníamos en fila e íbamos lanzando cada una nuestro botón "gañarique".
El objetivo era meterlo en el “boche”.(No se por qué lo llamábamos boche pues era un cuadrado que rayábamos en el suelo)
La que conseguía meterlo en el “boche “(cosa difícil a la primera), o se quedaba más próxima al boche, tenía que hacer lo siguiente:
1º dándole un toque con el dedo pulgar e índice meter su botón en el boche, si lo conseguía iría a por el botón más próximo de otra jugadora, e intentaría meterlo y así con todos los botones lanzados.
Si en uno de estos lanzamientos fallase pues correría el turno. La "gañarica"se iba quedando con los botones de la contrincante que conseguía meter en el "boche".
Algunas veces hacíamos “trampas”, dándole al botón un poco más adelante, en alguna distracción... Pero las “gañaricas”, controlaban mucho y podía acabar el juego en una pelea y unos buenos tirones de pelos... En aquellos tiempos, era muy normal que los niños nos peleásemos, ya he dicho que éramos un poco salvajes y a la menor había broncas, las chicas nos peleábamos de diferente forma que los chicos. Nos arañábamos, nos escupíamos, nos mordíamos. (Los niños de ahora son unos santos comparados con nosotros) Lo de los tirones de pelos tenía su técnica no te creas..., cada una se agarraba a los pelos de la otra como podía..., allí con las cabezas juntas, para que doliera menos el tirón de pelos, la nariz clavada en la mejilla de la contrincante y de tanto esfuerzo y llanto, los mocos de las dos rebozando nuestras caras. Y las extremidades inferiores arreando patadas a diestro y siniestro. Al final acababas en el suelo hecha un cristo y la caja de botones a tomar morcillas... Moraleja: lo mejor era no hacer trampas para no acabar en peleas...
Después de escuchar diferentes opiniones: Unos decían, que hay que sacarlas porque se pueden cocer en la tierra... con los calores que vienen.... Otros..., dicen que debes desenterrar una patata y si al pasarle el dedo a la piel, esta no se pela, es que ya se pueden sacar... Otros dicen que hay que dejarlas hasta que se rindan... A mi esto de "rendirse" me recuerda a cuando de pequeños jugábamos a indios y vaqueros, cuerpo a tierra... Y..., yo como las vi con la mata caída pensé que ya se habían rendido... Total que les di gusto a todos saqué una caja aproximadamente y he dejado que se rindan más las otras... Que son un poco más rebeldes y no se rinden así como así...
-Pela unas patatas, las haces rodajas gruesas y las pones en en un recipiente del micro con uno o dos filetes de merluza sin piel ya descongelados. -Le pones papel de film para taparlo y lo metes al micro unos diez minutos a temperatura media, si al sacarlo ves que la patata está un poco dura lo dejas más tiempo. -Cuando ya esté cocido lo dejas enfriar. -En una ensaladera o fuente echas: La patata fría, la merluza partida en trozos, aceitunas negras, cebollita picada, tomate picado, lechuga y lo aliñas con un machado de medio diente ajo, perejil (si tienes), vinagre y aceite de oliva. Creo que ya te he explicado que para hacer un machado tienes que coger el mortero y poner el ajo pelado dentro con el perejil y un pelín de sal, hay que machacarlo con la mano del mortero y a continuación le añades el vinagre y un buen chorro de aceite. Remueve bien el aliño y se lo echas por encima a la ensalada.
-Compra unos filetes de pechuga de pollo. -Con unas tijeras corta los filetes a tiras del tamaño de un dedo de la mano( no me preguntes de que dedo..., que te conozco...) .
-Coge un pimiento rojo o verde da igual y lo cortas a tiras también del tamaño de un dedo. -En una sartén o cazuela pon aceite en el fondo y cuando esté caliente echa la pechuga fileteada y los pimientos con la sal y que se vayan dorando a fuego lento. -Cuando veas que ya está dorada la pechuga le añades un ajito picadito y que se dore también.
-Por último le echas un chorrín de vinagre y tres cucharadas soperas de agua.
-Lo dejas unos minutos hasta que se trabe un poco la salsa y listo para comer.
Querido hijo te tengo un poco abandonado, me imagino que te estarás quedando flaco como un "perro flauta".No me convence mucho la idea de dejar de prepararte los "taperware".......Espero que hagas una dieta equilibrada y comas de todo.
Acuerdate que ahora puedes comer las legumbres de bote en ensalada.
Te voy a poner una ensalada de arroz que es muy fácil y la puedes hacer para dos días.
Cueces el arroz en agua con sal y una hoja de laurel, aprovecha y mete a cocer un huevo bien lavadito.
Cuando esté cocido, lo escurres bien en un escurridor.
En una fuente pones el arroz y le añades un tomate picadito,aceitunas sin hueso, dos latas de atún natural , un huevo cocido picadito y pimiento morrón picadito.
Lo aliñas con sal(poca),vinagre y aceite de oliva.
No sé por qué extraña razón, cuando llega la primavera, suelo soñar con mi
infancia, e inmediatamente vienen a mi memoria las bonitas escuelas dónde pasé mi etapa escolar.
Mi escuela era un bonitos
edificio construido, creo, que durante la república. De ladrillo visto,
revocado y encalado de blanco. Para entrar en las aulas había unas escalinatas con dos enormes bolas de granito, dónde nos gustaba subirnos para mirar desde las alturas.
En las fachadas, enmarcando las
ventanas, y por encima y por debajo de ellas, había unas repisas de ladrillo visto.
¿Y, por qué digo esto?
Pues porque... uno de los
entretenimientos que teníamos era "recorrer las paredes" de las escuelas, precisamente por esas repisas de ladrillo visto… Había zonas un poco
difíciles pero, éramos unas intrépidas brujillas que siempre conseguíamos darle toda la vuelta al edificio.
El recinto escolar estaba
cerrado por una pared de piedra hecha con pizarra, y alrededor había grandes
moreras, que avanzada la primavera... maduraban las ricas moras. Y, cómo eran unos árboles
muy grandes y nosotras muy pequeñas, nos subíamos a la pared, y tirando de las ramas nos balanceábamos para poder cogerlas y
comérnoslas, porque estaban exquisitas, muy dulces, tan dulces como la miel.
Cuando no las alcanzábamos, tirábamos piedras, y las moras caían al suelo, y en más de una ocasión, también, nos caía el pedrusco colorao, a nosotros, en la cabeza.
Había dos grupos escolares:
En la parte de las chicas había
cuatro unidades y en la parte de los chicos, (aulas de diferente construcción)
había tres unidades.
Recuerdo a mi madre, cada
mañana, ponerme el babi tableado y blanco inmaculado, y después de asearme y
peinarme, me acompañaba a la puerta y me decía:
¡Hala, a escuela que manda “agüela”
con pan y ciruelas…!
Entrábamos en el patio como
caballos trotones, pero cuando sonaba el silbato nos quedábamos petrificadas en
el sitio.
Todas las mañanas antes de entrar
en clase nos colocábamos en formación, como si fuésemos soldados, delante de la
bandera y allí alineados y “alienados”, con el brazo en alto y apoyado en el
hombro de la niña de adelante, cantábamos el cara al sol.
Los niños formaban el pelotón
unos cuantos metros más allá del nuestro.
Al terminar de cantar, nos
decían: rompan filas…
Y, en perfecto orden formábamos
una fila para entrar cada cual a su clase.
Una vez en el aula, Permanecíamos
firmes delante de nuestro asiento hasta que entraba la maestra.
Saludábamos: Buenos días
señorita...
Antes de comenzar las clases rezábamos
una oración, y al finalizar, en silencio, nos sentábamos en la silla para a continuación
empezar las tareas, y a la salida volvíamos a rezar.
Mi paso por la escuela fue muy
normalito, sin demasiado entusiasmo por los conocimientos que se impartían, y siempre deseando
que llegara la hora del recreo.
Del aula de párvulos, recuerdo
que fui a clase con la señorita Juli “porroncha”, allí aprendí a leer ya
escribir, y tengo buenos recuerdos de la maestra o por lo menos no los tengo
malos.
Recuerdo que se me atragantó la
letra “t”, y cuando en casa me preguntaban por dónde me andaba en la cartilla
siempre decía que por el “tomate”, y todos se reían...
Otro recuerdo, poco agradable, que
tengo de párvulos es, el de salir a mear al rincón que había justo bajando las
escalerillas de la subida al aula.
Allí olía a demonios, entonces
no había aseos y ese era nuestro meadero.
La siguiente profesora que tuve
fue Doña Adela, la madre de Doña Mari.
Siento decir que mis recuerdos
de esta profesora no son demasiados buenos... pero, ahora, la entiendo y recuerdo con
cariño… porqueDoña Adela era ya un poco mayor, y éramos como cincuenta
niñas, cada una de su padre y de su madre…, eso unido a que éramos un poco
salvajes, hacía que la sacásemos de quicio y perdiera la paciencia la pobre mujer.
Era viuda, y siempre iba vestida
de negro, llevaba gafas oscuras y el pelo blanco, recogido en un moño bajo.
No se me olvidan:
Los palos recibidos, con el
puntero, como ella llamaba a la vara.
Ni las interminables clases del
“catón”..., del “catecismo”.
Los dictados en las soporíferas
tardes, en las que yo estaba medio dormida, y me perdía siempre.
Las insufribles clases de
costura, de hacer dobladillos..., sacar hilos..., etc. En las que yo era un
verdadero desastre.
Las salidas al mapa para señalar
con el puntero las capitales y ríos de España.
Y, lo que nunca se
olvida..., es el palo recibido en las manitas cuando no sabías localizarlos.
O el castigo, por pillarte
hablando…, de ponerte de rodillas en el suelo con los brazos en cruz,
y dos libros encima de las manos.
No olvidas, pero si perdonas
porque antes las cosas eran así..., y yo me imagino que años atrás fueron
peores.
No quiero justificar
nada... pero había un complot entre padres y maestros, dónde primaba: si no
estudia..., no se corte..., y dele, dele duro...
Pero el peor castigo que te
podía caer era quedarte “presa” en la hora del recreo o incluso “presa” a la
hora de la comida, es decir sin ir a comer a casa.
Si esto último sucedía, normalmente,
nos escapábamos, saltando por la ventana a la hora de la comida, comíamos y
volvíamos a clase, entrando por la ventana antes de que llegara la maestra
y así no recibíamos otra “tunda” de nuestros padres.
Cuando se ausentaba la maestra,
solía poner a una niña a cuidar, y esa niña, apuntaba en la pizarra a la que
hablaba, se levantaba, etc.
La única vez que doña
Adela tuvo la gran idea de mandarme cuidar la clase... porque ella se tenía que ausentar un momento, se armó la marimorena…
Todas las niñas hablaban tan alto, que se
oían las voces hasta en el cruce del pueblo.
Hay cosas que se te quedan
grabadas y no se van de la memoria, resulta que las Ursulas, las gemelas,
que vivían cerca de la escuela, me pidieron permiso para ir un momento a su
casa, y yo sin pensármelo dos veces se lo concedí.
Cuando llegó Doña Adela, y vio la algarabía que había y que no había nadie apuntada en la pizarra…y cuando vio venir a las Ursulas de la
calle…, entró en cólera, me castigó y nunca jamás volví a ser cuidadora.
“La letra con sangre entra” era
la máxima en aquellos tiempos de maricastaños, donde los niños eran tratados
sin el más mínimo respeto y cariño.
Por lo menos estuve dos años con
esta maestra, el segundo fue más llevadero ya le había cogido un poquito el
truco.
Yo estaba en babia
permanentemente, sentada en la parte de atrás, y muy perdida…siempre. Es el recuerdo que tengo de esa etapa.
Las notas que tenía en la
cartilla eran todas 0 y 0,5 el primer año y el segundo yo no sé si pasé del 4.
A
los ocho años me tocaba cambiar de clase, y tuve la suerte de que se jubilaba doña Encarna, otra maestra
mayor, que decían que era muy buena maestra pero muy exigente.
Vino una maestra nueva, que era de Béjar, se
llamaba Doña Julita, bueno señorita Julita pues era soltera.
Fue una bendición, era joven,
guapa, rubia, con los ojos claros y sobre todo era muy, muy cariñosa y
afectuosa con los niños. (Yo imaginaba que ella podía ser la hermana mayor de
Marisol "actriz")
Iba a la escuela con más alegría,
y probé a interesarme por el poco atractivo... “Catón”, y a aprender de memoria
toda su aburrida información... Mejoré la caligrafía, y pintaba bonitas mariposas.
Comencé a ir por las tardes a
clases particulares con la señorita Julita. Siempre nos recibía y nos despedía
con un beso.
La primera vez, en mi vida que
yo probé un bombón, me lo dio ella en clase. A menudo
nos obsequiaba con golosinas, y lo mejor de todo con cariño y afectos.
Empecé a disfrutar del recreo,
ya no me quedaba “presa”, y a ocupar los primeros bancos de la clase, nos
preguntaba la lección y si te la sabias… ibas pasando puestos hasta ocupar las
primeras filas de los bancos.
Mis notas empezaron a subir y la
escuela ya me fue más llevadera…
Al lado del aula de la señorita
Julita estaban las cocinas, dónde las cocineras, Priscila y Polonia preparaban
la leche en polvo, en unas calderas enormes (dónde se cocía la calabaza en
invierno).
En el recreo teníamos que hacer
cola con nuestro vaso, para que nos dieran la leche en polvo que nos habían mandado
los americanos a finales de los años 50.
Yo, odiaba esa leche polvorienta
de sabor artificial y espumosa. Me retiraba y hacía un agujero al lado
de una morera, y la tiraba sin que nadie me viera.
Lo que si me gustaba era un
queso amarillo, tipo de bola, que no sé… si, este, nos lo enviaban los
alemanes...
Pasados dos años ya me tocaba ir
a clase con Doña Mari, que también tenía fama de buena maestra pero muy
estricta. Yo..., afortunadamente, ya no tuve demasiados problemas, pues ya
había cogido hábito de estudios, y no estaba tan perdida cómo con su madre…
Bueno… excepto algún palo en la
espalda, recibido por estar distraída o hablando... Pero en general no tengo malos recuerdos, más bien buenos, las clases las daba muy
bien, yo progresaba y entendía todas sus explicaciones, era muy buena maestra.
Pasé del catón a la enciclopedia
de Álvarez.
El
Corselito
Por las mañanas teníamos las
clases de aritmética y geometría, historia de España y geografía.
Por las tardes, lenguaje,
dictado, de religión y la costura (de esta aprendí poco, los ojales y la
vainica los odiaba).
En invierno antes de empezar las
clases nos mandaba la maestra a dos niñas a buscar el brasero a su casa
para ponerlo debajo de su mesa.
En las aulas no había
calefacción, algunas niñas llevaban una lata con brasas y la ponían debajo de
sus mesas para calentarse.
Estábamos deseando ir a buscar
el brasero pues así nos quitábamos un rato de clase.
Más de una vez se nos cayó, pues
si hacía viento las chispas saltaban y quemaban nuestras manitas, y lo
soltábamos de golpe y se derramaba parte del picón encendido. Pero eso no era un problema, para
nosotras era una juerga morena.
También recuerdo que muchas
tardes, la maestra repasaba el estado de nuestras mesas, y si las teníamos
pintadas con borrones de tinta, lo teníamos que raspar con un cristal (esa
tarea me gustaba). Los miércoles por la mañana
subíamos a la iglesia a dar la doctrina, íbamos en fila de dos en dos cantando:
Vamos niños al sagrario…
Que Jesús llorando está…
Pero “en viendo” a tantos niños…
Muy contento se pondrá…
No llores, Jesús, no llores…
Que nos vas a hacer llorar…
Que los niños de este pueblo…
Te queremos consolar…
En el mes de mayo, Doña
Mari, en un rincón del aula montaba un altar con la Virgen y en una caja de zapatos metía papelitos con "flores" que eran ofrendas para ella:
-Mañana no puedes ir al cine.
-Debes obedecer a tu
madre.
-Visitar un enfermo. -No ir al cine el domingo. Después de rezar el rosario
cogíamos un papelito, y hala a obedecer… se ha dicho.
Yo lo que peor llevaba era no ir
al cine el domingo…
Porque el ir al cine era trasladarte a
otro mundo de fantasías, del que en aquellos años andábamos muy escasos…
Doña Mari solía montar actuaciones y obras de
teatro al final de curso, y las más pequeñas hicimos una función teatral en el
cine viejo, interpretamos el Corselito.
Al terminar la función nos
tiraban caramelos y cacahuetes como a los monos del circo.
A los nueve años dejé la
escuela, para preparar el ingreso y me puso mi padre a clases particulares con
un maestro, que no ejercía como tal, y tenía una tienda de comestibles.
Se llamaba D. Manolo, era amigo de mi padre y
me fue muy bien con él, era muy buen maestro y cariñoso.
Aprendí mucho e hice muchos,
muchos dictados del Quijote..., y aprobé el ingreso a la primera que eso era
todo un éxito en aquellos tiempos...
Como veréis mi experiencia en la
escuela... pues fue, ni más ni menos, lo que se podía
esperar durante la dictadura franquista en la que vivíamos, aunque no echáramos
en falta nada… porque no éramos conscientes de “ello” por nuestra temprana edad…No éramos consciente de que la
vida podía ser de otra forma...
Mis mejores recuerdos son los
del recreo, jugando al aire libre a todo tipo de juegos:
Al Limbo que teníamos rayado en el suelo del
patio, al avión, a pídola y pase, a matar con la goma, a saltar la goma, a los
botones, al escondite, a los chavos (los chicos)
Y los jueves por la tarde que no
había clases y las maestras nos llevaban de excursión al ventorro, allí
jugábamos a la pelota y a sacar “patatitas” Y, cantábamos: ¡Hoy es jueves, dame la peseta qué me debes!
Siempre los chicos por un lado y
las chicas por otro.
La cena de hoy es bien sencilla y apetitosa, es la ensalada que ya te he explicado otras veces.
Lechuga, pavo, manzana, nueces y además hoy le he añadido un poco de la mermelada que hice ayer y aderezada con cebolleta, ajito picadito, sal, vinagre y aceite de oliva , queda así de buena.
Se acercan las ferias de Plasencia, creo que son este fin de semana, sobre el 6 de junio. Las ferias de Plasencia le ponían color y alegría a nuestra niñez. Yo tuve la suerte y la desgracia de que mi mejor amiga de la infancia, Maricarmen, después que hiciéramos la comunión, se fuera a vivir a Plasencia. Éramos vecinas, nuestras casas estaban pegadas. Sus padres y mis padres eran compadres y había muy buena relación entre las dos familias. Luis "chaparro" se llamaba el padre y Guadalupe la madre, tuvieron ocho hijos. Yo, con quien más relación tuve fue, por supuesto, con Maricarmen , con su hermana mayor Marilupe, con Cayi, con Chenchi y con Mariano. Luis Chaparro que era un hombre muy bueno, simpático y cariñoso, un año de esos, cuando se acercaban las ferias, le dijo a mi padre: Coge a la "Docha"(mote que me puso él y viene de Brigidocha) y al "Quicanga"(Quique) y me los llevas a casa para que pasen allí las ferias. Mi padre nos montó en la moto, nos llevó a Plasencia, y nos dejó por primera vez fuera de casa. Nosotros dos llegamos allí como unos paletinos, que nunca habíamos visto una casa subida en un quinto piso... Lo primero que nos llamó la atención fue el timbre de las puertas, y una de las diversiones que teníamos cuando se nos acababa el dinero, y no podíamos montar en las atracciones, era tocar los timbres y salir corriendo escaleras arriba o abajo, molestando a los vecinos. Otra cosa que nos llamó muchísimo la atención fue el cuarto de baño. Abrir el grifo y que saliera agua... era todo un acontecimiento, y otra diversión pueblerina era meternos todos en el cuarto de baño cerrar la puerta, abrir el grifo y poner el dedo presionándolo, salpicándolo todo y ponernos empapados de agua. Esa imagen no se me borrará nunca..., el suelo del cuarto de baño, todo empapado de agua, y nosotros riéndonos como bobos... El piso era muy grande y la madre estaba en la cocina preparando comidas y no se enteraba de las que armábamos en la otra punta de la casa. Ellos vivían cerca del instituto viejo de Plasencia y todos los Zarceños, que por estas fechas se iban a examinar, pasaban a saludarlos; digo yo..., que estarían un poco hasta las narices de los del pueblo... Pero ellos nunca se quejaron. El recinto ferial estaba arriba del todo, en el parque, al lado de los pinos y del parque de los patos. Nos daban dinero y nos decían: ¡halaaaa...! iros a las ferias y quedaros por allí un buen rato... Montábamos en el vaivén, en la noria, en los caballitos, en el tren de la bruja (este me ponía nerviosa esperando los escobazos), entramos en la casa de los horrores y casi me muero de pánico. Lo más divertido era la sala de los espejos, donde nos veíamos gordos... flacos... y larguiruchos... y nos reíamos sin parar. Comprábamos o más bien mirábamos..., el algodón dulce, manzanas rojas acarameladas, chufas, churros pequeñitos metidos en juncos, almendras garrapiñadas, turrón de almendras del duro, grandes cayadas de caramelo, cucuruchos de quisquillas, bígaros, y rodajitas de coco. Debió de ser la primera vez que yo probé o vi estos manjares, pues en el pueblo sólo vendían confites, lágrimas, pipas y chochos. Todo este ambiente, animado con el vocerío de los feriantes, las tómbolas repletas de peponas nos tenían o me tenían alucinada... Digo me tenían..., porque mi hermano Quique en cuanto se le acababa el dinero y no podía montar en nada se quería bajar para casa y cuando llegábamos nos decía tío Luis Chaparro: -¿Pero ya estáis aquí...? -Y..., Quique respondía: ¿ Qué vamos a hacer allí..., si se nos han "acabao" las "perras"...? Recuerdo que se reía mucho comentándoselo a mi padre: - Mira, mira..., lo que dice el Quicangas, que se le han acabao las perras...
De esta gran y buena familia sólo tengo esta foto de mi hermana Tere y la pequeña Marilupe
ASÍ DE RICA ME HA QUEDADO Hoy he hecho mermelada de fresa, resulta muy fácil de hacer, yo no me guío por ninguna receta. La proporción fresas- azúcar, más o menos, es de un kg. de azúcar por dos kilos de fresas. Ayer por la tarde limpié las fresas y le quité las hojitas verdes. Las puse a fuego medio-lento en una cazuela con el azúcar. De vez en cuando las removía, para que no se pegaran. Cuando ya se veían las fresas cocidas, las aparté del fuego. Esta tarde las fresas estaban nadando en su jugo y en almíbar y las he pasado por la batidora, no demasiado, pues a mi me gusta encontrarme los trocitos y las he vuelto a poner a fuego lento. He seguido dándole vueltas hasta que empieza a espesar y aparece el brillo en la mermelada, unos 20 minutos más o menos. Por último la he pasado a unos tarros limpios, los he tapado rápidamente y los he colocado boca abajo para que se haga el vacío. También me he quemado en la mano al pasar la mermelada al tarro, hay que tener cuidado pues sale hirviendo y también me he quemado la lengua cuando la he probado. Vosotros tened más cuidado..., que yo..., soy un poco chapucera.