Se acercan las ferias de Plasencia, creo que son este fin de semana, sobre el 6 de junio.
Las ferias de Plasencia le ponían color y alegría a nuestra niñez.
Yo tuve la suerte y la desgracia de que mi mejor amiga de la infancia, Maricarmen, después que hiciéramos la comunión, se fuera a vivir a Plasencia.
Éramos vecinas, nuestras casas estaban pegadas. Sus padres y mis padres eran compadres y había muy buena relación entre las dos familias.
Luis "chaparro" se llamaba el padre y Guadalupe la madre, tuvieron ocho hijos.
Yo, con quien más relación tuve fue, por supuesto, con Maricarmen , con su hermana mayor Marilupe, con Cayi, con Chenchi y con Mariano.
Luis Chaparro que era un hombre muy bueno, simpático y cariñoso, un año de esos, cuando se acercaban las ferias, le dijo a mi padre:
Coge a la "Docha"(mote que me puso él y viene de Brigidocha) y al "Quicanga"(Quique) y me los llevas a casa para que pasen allí las ferias.
Mi padre nos montó en la moto, nos llevó a Plasencia, y nos dejó por primera vez fuera de casa.
Nosotros dos llegamos allí como unos paletinos, que nunca habíamos visto una casa subida en un quinto piso...
Lo primero que nos llamó la atención fue el timbre de las puertas, y una de las diversiones que teníamos cuando se nos acababa el dinero, y no podíamos montar en las atracciones, era tocar los timbres y salir corriendo escaleras arriba o abajo, molestando a los vecinos.
Otra cosa que nos llamó muchísimo la atención fue el cuarto de baño.
Abrir el grifo y que saliera agua... era todo un acontecimiento, y otra diversión pueblerina era meternos todos en el cuarto de baño cerrar la puerta, abrir el grifo y poner el dedo presionándolo, salpicándolo todo y ponernos empapados de agua.
Esa imagen no se me borrará nunca..., el suelo del cuarto de baño, todo empapado de agua, y nosotros riéndonos como bobos...
El piso era muy grande y la madre estaba en la cocina preparando comidas y no se enteraba de las que armábamos en la otra punta de la casa.
Ellos vivían cerca del instituto viejo de Plasencia y todos los Zarceños, que por estas fechas se iban a examinar, pasaban a saludarlos; digo yo..., que estarían un poco hasta las narices de los del pueblo... Pero ellos nunca se quejaron.
El recinto ferial estaba arriba del todo, en el parque, al lado de los pinos y del parque de los patos.
Nos daban dinero y nos decían: ¡halaaaa...! iros a las ferias y quedaros por allí un buen rato...
Montábamos en el vaivén, en la noria, en los caballitos, en el tren de la bruja (este me ponía nerviosa esperando los escobazos), entramos en la casa de los horrores y casi me muero de pánico.
Lo más divertido era la sala de los espejos, donde nos veíamos gordos... flacos... y larguiruchos... y nos reíamos sin parar.
Comprábamos o más bien mirábamos..., el algodón dulce, manzanas rojas acarameladas, chufas, churros pequeñitos metidos en juncos, almendras garrapiñadas, turrón de almendras del duro, grandes cayadas de caramelo, cucuruchos de quisquillas, bígaros, y rodajitas de coco.
Debió de ser la primera vez que yo probé o vi estos manjares, pues en el pueblo sólo vendían confites, lágrimas, pipas y chochos.
Todo este ambiente, animado con el vocerío de los feriantes, las tómbolas repletas de peponas nos tenían o me tenían alucinada...
Digo me tenían..., porque mi hermano Quique en cuanto se le acababa el dinero y no podía montar en nada se quería bajar para casa y cuando llegábamos nos decía tío Luis Chaparro:
-¿Pero ya estáis aquí...?
-Y..., Quique respondía:
¿ Qué vamos a hacer allí..., si se nos han "acabao" las "perras"...?
Recuerdo que se reía mucho comentándoselo a mi padre:
- Mira, mira..., lo que dice el Quicangas, que se le han acabao las perras...
De esta gran y buena familia sólo tengo esta foto de mi hermana Tere y la pequeña Marilupe
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