sábado, 4 de enero de 2014

La Bolsa de plástico verde (2)








¡Oh!, ¡Oh! ¡Qué frío más morrocotudo hace! Como siempre, me he levantado hoy  a las seis y cuarto de la mañana, me enfundo en mi bata polar, pongo la radio, me doy una ducha casi a 40º de temperatura para ir cogiendo calor en el cuerpo; me tomo un café calentito con unas tostadas.
Y no quiero ni mirar a la calle por la ventana, porque me imagino que estará todo helado como siempre.
Antes de salir me embalsamo en mi plumífero, me lío la bufanda, me pongo el gorro de lana y salgo a la calle como si fuera una momia.
¡Vaya rasca que hace!, le digo a mi vecino del último piso, cuando me lo encuentro a la salida del portal.
 Cada día le veo más chico y más esmirriao. Yo creo que ha encogido un poco, casi no se le ve, parece un abrigo con patas, porque él no lleva plumíferos va con su traje y su abrigo gris de paño, lo lleva sin abrochar y se deja ver una camisa blanca impecable y una corbata estrecha moderna y unos pantalones de genero que le quedan un poco holgados. Sus patitas deben de ser de alambre, creo yo. En sus buenos tiempos debió de ser mono, monillo..., porque sus facciones son guapas, pero con esa cara siempre mirando para el suelo, se le acentúan más las arrugas y le hace parecer más viejo de lo que debe de ser.
Qué digo yo..., que tendrá unos 59 años, o eso me parece a mí...

Con un hilito de voz de ultratumba: ¡Buenos días!, tiene la osadía decirme, y yo que necesito poco para saltar , le digo, bueno..., eso de buenos... es un decir...
No me contesta, no me ha oído, o mejor no me ha querido oír, no está la mañana para conversaciones.
 Estamos a -4º de temperatura y para colmo cae la niebla  meona, que es fabulosa para mi pelo, que acabo de estirármelo y en cuanto he salido a la calle se ha convertido en un estropajo gigante desteñido.
Me haré una coleta en el coche, si lo encuentro, el coche, que no veo nada y no se dónde lo dejé ayeeeeeer....
¡Coño! Me he resbalado y me he dado una buena toña, he hecho el espagar, yo creo que no me he hecho nada, lo único que sucede es que no consigo levantarme, no quiero que se me caiga el ordenador.
Tengo una pierna estirada y la otra debajo de mi culo hacia atrás. Permanezco en el suelo en esta postura unos segundos y de repente me deslumbran los faros del coche del vecino, y hace como que no me ve y se larga.
¡Será desgraciado!, mira que es raro el jodío, a lo mejor si yo fuera una chica joven se hubiera bajado a ayudarme...
¡Va!, que se vaya a la merde, por eso debe de estar solo.
 ¿Y..., qué se puede esperar con esa cara de acelga avinagrá?
Pero lo que él no sabe, porque nunca me ha dado ocasión para contárselo es que yo estuve casada y muy bien casada.
¡Cuánto añoro a mi marido!, ¡Ay, cuánto le echo de menos! qué bien me calentaba los pies por la noche en la cama. Era tan bueno que me dejaba que se los pusiera en la tripa, el pobre siempre daba un respingo, pero, a continuación, me cogía el pie, entre sus enormes manos y me los apretaba hasta que me empezaba a fluir la sangre congelada.
Me abrazaba y me frotaba la espalda, y yo me acurrucaba apoyando mi cabeza debajo de su gordito cuello.
Estaba un poco gordito y era grande, muy grande y yo me sentía tan protegida entre sus brazos y sobretodo tan calentita.
Ahora en cambio, sola en mi enorme cama, con las sábanas tan húmedas y frías..., que parece que las ha meado un gato...
Bueno, a ver como me levanto del suelo sin que se me caiga el ordenador...
¡Qué ca..., el vecino, con lo poco que le hubiera costado echarme una mano!
Lo mismo se piensa que yo quiero rollo con él, si él supiera que mi marido ha dejado el listón muy alto...
Mi marido me tenía en un pedestal, era de esos maridos, qué..., bueno, me da un poco de pudor decirlo, yo no creo que eso sea machismo, creo que eso tiene más que ver con la educación y el cariño, son pequeños detalles, pero él siempre me abría todas las  puertas buenas de la vida para que yo pasara primero, y, siempre, servía las comidas y buscaba la pieza de pescado o de carne más apañada y me la servía en el plato, prefería quedarse sin comer algo antes de que a mí me faltara, le gustaba prepararme un gran desayuno los domingos, compraba la prensa y los dos comentábamos las noticias mientras desayunábamos.
Y, jugábamos muchas veces a hacernos cosquillas tirados en el suelo, nos reíamos un montón , como cuando éramos niños.
De vez en cuando me tenía una sorpresa preparada, un libro, flores, un viaje...
Mi gordito era un encanto, no como este flaco  ensimismao..., que no ha sido capaz de ayudarme a levantarme del suelo.
Mi marido y yo nos vinimos a vivir aquí a la fría meseta castellana por recomendación médica, él era asmático y contínuamente estaba con bronquitis debido a la fuerte contaminación que había en la ciudad.
Al mes de vivir aquí se me murió de una neumonía... este clima tan sano, tan sano, cortó por lo sano.
 Se me murió en mis brazos, una fría noche de invierno, yo estaba acurrucadita y abrazadita a él en la cama, cuando de repente noté que desprendía más calor de lo habitual y yo encantada de la vida con esta calefacción natural.
Me quedé dormida y me despertó de madrugada un frío helador, su cuerpo enorme estaba rígido y helado, comencé a zarandearle y no se movía, no respiraba, ¡dios mío! estaba muerto.
Grité como una loca, pedí socorro y nadie me escuchó, el vecino de arriba debía de estar de viaje, o por lo menos no me abrió la puerta, no..., no estaba en casa, no se puede ser tan cabrón.
Si esto hubiera ocurrido en la parte izquierda de la urbanización, siempre hubiera tenido a alguna persona conmigo, ya he dicho que allí la gente vive de forma permanente y se ha formado un pueblo, nuevo y humano, no como aquí que no hay ni moscas.
 Por fin se me ocurrió llamar al 112 y vinieron inmediatamente, muerte por axfisia, dijeron.
Y así me quedé, sola..., como ahora que estoy aquí como una boba en el suelo tirada sin nadie que me ayude a levantarme.
La culpa de todo la tiene la sobrina del portero, la Sabrina, que siempre tira el agua sucia de fregar el portal a la calle, mira que se lo he dicho veces y veces: ¡Sabrina, no tires el agua de fregar el portal a la acera!
 Y, se ha debido de helar y como no se ve un pimiento pues aquí estoy yo, como una tonta inútil tirada en el suelo.

Por fin he encontrado el coche, espero que me arranque a la primera..., ha habido suerte, tres acelerones y ya está en marcha, hasta que llegue al primer semáforo en rojo,  porque en cuanto me paro se me cala y yo me pongo de los nervios cuando me empieza a pitar el de atrás...
 Para qué adelantar acontecimientos, voy a poner la radio y a escuchar música, hoy necesito música clásica.
¡Ay!, me duele un poco la rodilla  del tortazo... que me he dado, y no me había dado cuenta de que llevo las medias rotas, me compraré unas en un chino a la hora del desayuno.

 Llevo varios días sin ver a la mujer de la bolsa verde... ¿Qué le habrá pasado?, es extraño no verla pasar delante de mi ventana, ella forma parte de mi paisaje y de esta anodina y aburrida vida en el lado derecho de la urbanización.
Hoy he salido a ver si me  la encuentro por otra zona, la he buscado y no la he encontrado y me han dicho, en el lado izquierdo de la urbanización, que el otro día se cayó y que iba chorreando sangre, no quería que nadie la ayudara y que su mano ensangrentada llevaba cogida fuertemente su bolsa de plástico verde.
¿Y no la soltó?
 No..., no la soltó. La han ingresado en el hospital, me contestaron.
Me gustaría ir a visitarla, pero no sé como se llama, será imposible localizarla en ese hospital tan inmenso.
De todas formas voy a coger el coche y me voy a ir al hospital a ver si hay alguna forma de encontrarla.
He llegado al hospital y me ha parecido un poco absurdo ir preguntando por una señora con una bolsa verde, he tenido intenciones de hacerlo pero me he cortado...
 La empleada de recepción tiene cara de perro y si le voy con esa bobada me contestará: lo que me faltaba por oír hoy...
Iré a la zona de ingresos hospitalarios, miraré todas las plantas, son diez plantas.
He venido por la tarde, es mejor que por la mañana, entonces las puertas de las habitaciones suelen estar cerradas con las visitas de los especialistas a los enfermos. En cambio por la tarde todas las puertas están abiertas con las visitas de familiares y amigos, hablando y riendo, y el pobre enfermo aguantando mecha...
Me hago la despistada y voy mirando en las habitaciones, una por una...
 Me para, y me echa el alto una enfermera: aquí no se puede pasar ahora, estamos haciendo una cura...
Disculpe, es que buscooo..., me da con las puertas en las narices.
En el pasillo me encuentro con enfermos paseando y arrastrando la percha del gotero, el enfermo  van caminando a duras penas, ojeroso, con las patillas y el culo al aire, ( ya sabéis como son los camisones de los hospitales, que a más de a uno los deja con el culo al aire) y arrastrando las zapatillas de cuadros por el desgastado y descolorido suelo de sintasol. Junto a ellos, camina, algún familiar que les acompaña, normalmente suele ser una mujer, que también arrastra sus pies hinchados, calzando zapatillas de paño azules. Y en sus caras el aburrimiento es patente, ya han debido de tener tiempo para decirlo y hablárlo todo, las horas en los hospitales son eternas.
A la mitad del pasillo las enfermeras miran listados y puntean, detrás del mostrador.
Las auxiliares de enfermería, unas llevan los carritos de las merienda, un cafetillo, tipo aguachurri, con unas galletas maría, otras van entrando en las habitaciones y dejando el termómetro en los sobacos de los enfermos y cambian los goteros de las habitaciones donde ha pitado un timbre.
Hay una especie de complicidad entre enfermeras y familiares de los enfermos, ellas en agradecimiento a que estén ahí de acompañantes y les faciliten el trabajo y los otros, los familiares, siempre quieren agradar para que les traten bien al enfermo.

Yo sigo buscando..., al final del pasillo hay un gran jaleo, me acerco despacito y me encuentro con  una familia gitana, están todos allí en la habitación, son como veinte.
 La enfermera les ha dicho que se salgan de la habitación, que no le dejan oxigeno a los enfermos; y los gitanos le contestan, que de allí no se mueven hasta que no venga el médico.
 Al parecer a la gitana ingresada le ha dado un mareo.
 Un gitano le grita a la enfermera: me "cagaüen" toos tus muerto, como le pase algo a la Hortensia... te rajo.
¡Fuera todos de aquí! grita y me empuja la enfermera cuando sale despavorida de la habitación, me caigo al suelo y me pisotean los gitanos que salen levantado las cayadas detrás de la enfermera.
"Probresita...", me dice una gitana y me ayuda a levantarme.
¿Qué me cambien de habitación?, grita un señor que está al lado de la cama de la gitana. Ya no aguanto más...
 ¡Túuu... a callar abuelo...!, le grita un gitano guapo.
Vámonos pa... la frogoneta Juan que a lo mejol tiene razón la enfermera y le estamos robando el aire.
Salgo inmediatamente de esa planta y me siento un rato en un sillón en el pasillo, al lado hay una chica llorando y hablando con el móvil, otro grupo está de pie al lado de los ascensores y hablando en corro con cara de tristeza.
 ¿Quién se lo va decir?, dice el más joven. No sé que se lo diga Juan... Hombre siempre tiráis de mi para lo mismo, es decir para dar malas noticias...
Sin duda se le ha muerto algún familiar, me voy de este pasillo, porque entre el pateo de los gitanos y, esto, estoy empezando a deprimirme.
Voy a bajar y saldré a dar un paseo por la calle.
¡Ah, que bien aire fresquito! Estiro mis músculos, respiro hondo..., y de repente, escucho: Paya, guapa..., acércate...
 Miro hacia el aparcamiento y veo allí una furgoneta grande aparcada entre dos raquíticos árboles donde, sorprendentemente en una cuerda hay ropa tendida...
Con sorpresa veo que la persona que me llama es una gitana que está asomando la cabeza por la puerta trasera de la furgoneta, hago el ademán de seguir mi paseo pero la gitana insiste: ¡Anda paya, guapa! ven pacaaa, rubia.
Yo como soy muy obediente, siempre lo he sido, o más bien podría decir un poco boba, me acerco a la gitana y veo que el interior de la furgoneta es como un cocina-salón, con una alfombra en el suelo, de pavos reales azules chillones y filigranas de un rojo intenso.
Encima de una mesa de camping hay un infiernillo y tiene puesta una cafetera que está echando café y huele estupendamente.
¿Qué quiere señora?, le digo...
Quería pedirle disculpas por el pateo que le hemos dao allí arriba, tiene usted cara de buena y me gustaría que se tomara un café conmigo...
Es que tengo prisa, he salido a tomar el aire, estoy buscando a una persona...
¿A quién a su madre?
No, nooo...
¡Tómese, un cafelito conmigo mujel!

 Vi a la gitana con esa cara de pan moreno, con los ojos grandes y tristones..., que le dije ¡vale! me tomaré un cafetito, huele estupendamente.
La gitana sacó un vasito de cristal de duralex limpísimo y echó allí el aromático y humeante café negro.
Saca un tarro de cristal donde guarda el azúcar.
¡Toma paya, sírvete!
Lupe, me llamo Lupe...
Yo tenía una tía que la llamábamos la Guadaaa... y era muy parecía a usted, bueno, asina de flaca, pero no tan descoloría como está usted.
 ¿No estará enfelma?
No, estoy flaca porque hago régimen...
Y, ¿Pa...  qué "jaseee..." usted régimen, es que tiene azúcar?
 Mire usted, la mi Hortensia está ingresá porque es "diablética" y no conseguimos controlarle el azúcar que tiene en la sangre y le dan unos mareos que se nos quea como muerta...
Y el mi mario..., el Juanito, le ha dicho a los médicos que como no mos la curen y le pase algo a la Hortensia que quema el hospital, pero eso es de boquilla, sólo lo dice porque tiene miedo. Musotros, los gitanos, queremos a nuestros hijos con todo el alma y todo el cuerpo, mire usted que hemos dejao la casa y aquí estamos todos arrebujaos en la frogoneta, pa estal más cerca de ella.
No se preocupe, mujer, una vez que se le regule y controle sólo tendrá que hacer una dieta y podrá hacer una vida normal.
Hay eso es lo malo que no soy capaz de meterla en veréa y en cuanto me descuido está comiéndose un bolloooo...

Apuro el café y le digo: tengo que marcharme, muchas gracias por el café estaba delicioso...
Espere un momento usted no me haría un favol, súbale este bocadillo de jamón a la mi Hortensia, que me la están dejando morir de hambre con esos calducos y esa pesca descoloría que le dan...
No, yo no puedo subirle nada, no entiende usted que para que se ponga bien tiene que hacer lo que le digan en el hospital..., no pueden darle comida.
Es que dice el mi Juanito que como me se muera la Hortensia que le pega fuego al hospital y mos busca la ruina...
Su hija no se va a morir lo que tienen ustedes que hacer es dejarla en manos de los médicos y enfermeras que ellos saben bien lo que tienen que hacer...
¡Que resabía... parece usted, ni que fuera médica!
 ¿Y a quién dice usted que está buscando?
Porque nusotros ya llevamos aquí casi un mes y mos conocemos a muchos payos y payas...
Verá, usted, es que no sé como decirle..., no es nada mío, es una mujer de la urbanización, que no sé como se llama, ni sé si tiene familia o no la tiene.
La gitana me mira con su cara redonda de pan moreno, como diciendo esta está loca...
¿Y pa qué quiere usted encontral a una mujel que no sabe ni siquiera como se llama?
Es que la historia es muy larga y no tengo tiempo para explicársela, de todas formas ya se me ha hecho tarde, me iré y mañana volveré por la tarde.
Dígame al menos como es la señora..., mujel... de dios...
Pues... es una mujer de casi unos 80 años, con el pelo canoso y corto y un poco rizado...
¡Anda que no hay agüelas asina!
Tiene razón, sólo la diferencia en una cosa, ella siempre lleva una bolsa verde en la mano.
¿Una borsa verde? de esas que damos nusotras en los puestos del mercadillo?
Sí una de esas...
Pos anda mujel... con toas las bolsas verdes que damos..., cualquiera puede ser..., en mi barrio van toas las payas con una bolsa verdeee...
Nooo, no... ésta es especial, siempre va paseando comiendo pipas y con la bolsa verde colgando y fuertemente agarrada y anudada.
Mira, paya, yo ahora voy a estar atenta y si la veo te lo digo a cambio tú... me le subes a la mi Hortensia el bocadillo de jamón..., que me conozco al Juanito y como le pase algo a la niña le pega fuego al hospital.
No debería aceptar, me parece una irresponsabilidad por mi parte, pero venga traiga el bocadillo...
¡Ay, paya! qué buena eres, dios te lo compensará con un buen marío.
No gracias, deja que ya tuve uno y no quiero más hombres en mi vida.
¿Es que le pegaba?
No mujer, no me pegaba...
El mi Juanito, me ha pegao mucho, mucho, hasta que me ha dejao más suave que un guante, eso es lo que él dice...
¿Y tú te has dejado pegar?
Y..., que voy a hacer si cuando me casé tenía 15 años y le dijo mi padre al mi mario...:
Juanito a esta dale duro los primeros días que si no se te arrepucha y no haces vida de ella.
Y se lo tomó tan al pie de la letra que un día hasta me tuvieron que llevar al hospital y allí me preguntaron que donde me había hecho esas "Jeras" y yo le dije que me había caido por las escaleras. Pero no se lo creyeron y le preguntaron al mi Juanito y el muy ignorante les dijo:
Es que la he tenío que calentar porque cuando llegué a casa no me tenía la comida hecha...
Entonces, le denunciaron y le metieron en la cárcel tres meses.
Cuando salí del hospital y llegué a casa, mis suegros y mis padres, me dieron otra buena paliza por haber ido al hospital.
No puedes dejar que te peguen, no vuelvas a permitirlo, denúncialo.
No si ya no me pega, yo hago todo lo que él me dice y como él dice estoy más suave que un guante...
Eso no me parece nada bien, ya hablaremos otro día, ahora tengo que irme.
¡Toma el bocadillo!
Le he dado dos besos a esa gitana guapa y buena con cara de pan de centeno y me he ido hacia el hospital y cuando iba subiendo las escaleras me he dado la vuelta y me he salido por otra puerta, he abierto el bocadillo y me lo he ido comiendo en el coche, está buenísimo el jamón, es ibérico.
¿ No sé lo que me hará el Juanito cuando se entere de que me he comido el bocadillo de su hija?
¿Dónde he dejado el coche? ya lo veo, qué gusto, sentarme aquí en mi cochecito y poner la radio, pondré la 2 me apetece escuchar clásica, sólo se distinguir las grandes sinfonías, algunos clásicos super conocidos, los demás, no sé que me pasa que no pongo atención y no los distingo, pero no me importa, me gusta su música y punto.
Ya no quiero aprenderme nombres nuevos, ya soy mayor, muy mayor y sólo quiero disfrutar con los sentidos, me he pasado la vida aprendiendo cosas y ya no quiero aprender más, sólo quiero dar placer a mis sentidos.
Lo mismo me pasa con la pintura, sólo quiero disfrutar con las obras, no quiero aprender como se llama ese autor americano. Igual con las novelas leo una novela me gusta o no me gusta, pero cuando pasan unos meses ya no sé si la ha escrito Rosa Montero, Maruja Torres, Elvira Lindo, Millás, Landero o Ribas, que me perdonen pero soy un poco vaga en este aspecto.

Continuará...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola
Buena historia para empezar el año.Muy entretenida con ese humor que te caracteriza.
Doña Brigi Seguín.Siempre nos acordamos de ti por supuesto de tu nombre.
Besos.
Mariche